José Fernández está
reunido con unos amigos en su casa después de una cena.
Le piden que lea sus
poemas y le increpan por no haber publicado más y por darse a todas las
ciencias, dejando de lado la poesía.
Discuten acerca de las
disciplinas en las que cada uno participa. Al final, tras las insistencias de
uno de sus invitados, comienza a leer su diario.
En él nos cuenta su día a
día. La vida de un crápula, rico, joven
y guapo. Nos habla de sus encuentros amorosos con mujeres ricas, prostitutas e
idealizadas, como es el caso de su Beatrice particular. Será a partir de
conocerse en Suiza; un idílico encuentro sin consumación, cuando José Fernández
caiga enfermo sin que ningún médico pueda acertar su diagnóstico.
Tras varias recaídas,
intenta buscarla y se vale de sus contactos por el mundo para averiguar más
datos de su amada.
Vuelve a experimentar con
las drogas, a salir con mujeres y a darse a los placeres de la vida hasta que un
día, tras un affaire con una joven
rica, americana y caprichosa, decide dejar de buscar a su amada para irse a
América.
Pero el azar y la suerte
hacen que aparezca su nombre en una lápida del cementerio de París, acabándose
de esta forma, su frustrada búsqueda.
José Fernández cierra las
tapas de su diario y deja de leer. Continúan fumando y con la tertulia de sobremesa.
18/01/2007
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