martes, 19 de enero de 2010

Reflexiones sobre la lectura. (I)

Parece ser que en un intento de clasificar todo aquello que nos rodea, ya que el ser humano tiene especial interés en realizar esta actividad en todos los ámbitos de su vida, la literatura no se queda fuera de dicho cometido y necesita de esas clasificaciones, tan útiles para los bibliotecarios, para servir de instrumento y herramienta básica en la difícil tarea de seleccionar obras para el más difícil de los públicos: el juvenil.

Me refiero al público juvenil como un segmento difícil ya que es evidente que es en esa etapa cuando podemos ganar o perder lectores. Los niños pequeños, cuando aún ni siquiera saben leer, ya demandan la lectura de cuentos y casi siempre (pese a que tengan sus favoritos que tienen que ser leídos día tras día por los cansados padres), les vale cualquiera. No demandan una selección de textos acorde a sus gustos ya que les gusta que les cuenten historias, sean cuales sean, de temas diversos, mejor o peor elaboradas, etc.

Con los lectores adultos tampoco hay problema alguno. Leerán en la medida de sus gustos, intereses y apetencias sin que nadie tenga que empujarles a ello, y a veces, puede que se dejen aconsejar por el librero o bibliotecario de turno o incluso por un amigo o por una reseña de un periodista en la prensa.

Desgraciadamente con el público juvenil no tenemos esa suerte y es por ello por lo que se intenta de todas las formas posibles atrapar a los chavales con el fin de que se enganchen a la lectura.

Para conseguir este ansiado fin, la autora del laboratorio Amigos, secretos, besos y miedo. O cómo seleccionar lecturas para el público juvenil, Villar Arellano, pretende que el profesor o bibliotecario clasifique los libros de acuerdo con lo que se han definido como gustos o focos de interés de los jóvenes: amigos, secretos, besos y miedo y a partir de éstos, trazar un itinerario de lecturas que realmente les puedan gustar y que les sirvan de puente o enlace hacia otras distintas, intentando que los chicos queden atrapados en la espectacular tela de araña de la lectura.

Este método puede resultar bastante eficiente pero también puede traer algún que otro problema a los profesores de literatura y es que los chavales, motivados únicamente con aquello que les seduce, pueden dejar de leer otros tipo de textos, menos atractivos para ellos y que son necesarios para su formación académica.

Quizás, si pudiéramos hacerles divertidas estas lecturas “clásicas” lograríamos que los jóvenes no vieran la literatura como algo aburrido y obsoleto, pero para ello hay que buscar la fórmula secreta de esa codiciada receta.

Claro está que el chico que ama la lectura, aunque en su etapa adolescente pueda parecerle tedioso leer La Regenta, Pedro Páramo o Veinte poemas de amor y una canción desesperada, cuando sea mayor es muy probable que vuelva a recurrir a esas lecturas que en su momento quizás le quedaran grandes bien por su madurez o simplemente por el número de páginas de las mismas, y seguro que ese adolescente, también disfrute con otras tantas lecturas obligatorias quizás de contenido más ameno, divertido o atrayente como Crónica de una muerte anunciada, El sombrero de tres picos o Luces de Bohemia.
Pero en este caso, no es este chico el que nos preocupa, sino el desinteresado totalmente por la literatura y por los libros, y es a éste al que tenemos que convencer, persuadir y animar.

Los itinerarios son una buena opción, creados para ir tirando del hilo y consiguiendo pasar de una lectura a otra, sin apenas esfuerzo, ya que si se trata de itinerarios bien trazados, el lector irá demandando el texto siguiente aún sin darse cuenta.

Empezar por amigos, secretos, besos y miedo puede ser una muy buena opción, ya que al ser una clasificación tan global, puede abarcar mucha literatura, por no decir casi toda. La destreza del que enseña, su conocimiento sobre el mundo de las letras y el deseo de conseguir buenos resultados serán los elementos encargados de conseguir el resto.

La infancia perdida. Itinerario de lecturas.

El enfoque de este trabajo presentado bajo el título de “La infancia perdida” intenta cubrir algunos de los objetivos de la etapa en Educación Secundaria Obligatoria que están patentes en el currículo:
- Conocer, asumir y ejercer sus derechos y deberes en el respeto a los demás, practicar la tolerancia, la cooperación y solidaridad entre las personas y los grupos, ejercitarse en el diálogo afianzando los derechos humanos como valores comunes de una sociedad plural, abierta y democrática.
- Fomentar actitudes que favorezcan la convivencia y eviten la violencia en los ámbitos escolar, familiar y social.
- Valorar y respetar, como un principio esencial de nuestra civilización, la igualdad de derechos y oportunidades de todas las personas, con independencia de su sexo, rechazando cualquier tipo de discriminación.
- Conocer los aspectos fundamentales de la cultura, la geografía y la historia de España y del mundo; respetar el patrimonio artístico, cultural y lingüístico; conocer la diversidad de culturas y sociedades a fin de poder valorarlas críticamente y desarrollar actitudes de respeto por la cultura propia y por la de los demás.
- Analizar los mecanismos y valores que rigen el funcionamiento de las sociedades, en especial los relativos a los derechos, deberes y libertades de los ciudadanos, y adoptar juicios y actitudes personales respecto a ellos.

Estos objetivos se intentarán conseguir llevando a los alumnos por un itinerario de lecturas adecuadas a su edad y curso (4º de la ESO) a partir de una lista de lecturas que han servido para trazar el tema principal de este trabajo.

Las lecturas han sido las siguientes:

- “El niño del pijama de rayas” de John Boyle.
- “El tiempo y la promesa” de Concha López Narváez.
- “La tierra del sol y la luna” de Concha López Narváez.
- “Bajo la fría luz de octubre” de Eloy Cebrián.

Pese a no ser el tema central de ninguna de las novelas anteriores, el tema de este trabajo se ha basado en una lectura transversal o subyacente aparecida en tres de los cuatro libros y que ha dado nombre al título de este trabajo.

En tres historias, los niños o adolescentes han sufrido una pérdida de su infancia o juventud y es por ese camino por el que vamos a seguir con los alumnos. Se tratará de encontrar libros en los que los protagonistas hayan sufrido historias similares, tratando de este modo, de concienciar a los jóvenes lectores con temas siempre presentes y que constituyen una verdadera lacra social desde tiempo atrás hasta nuestros días.

El niño con el pijama de rayas. John Boyle.
Cuenta la historia de Bruno,un niño de nueve años hijo de un comandante nazi, que por motivos de trabajo del padre se muda junto a su familia al campo de concentración de Ausbitz. Allí conoce a Schmuel, un niño polaco que vive en el campo de concentración. Ambos niños entablan una amistad con la alambrada de por medio, una alambrada que marca la separación de dos vidas muy distintas pero que tienen un mismo trágico desenlace.

El tiempo y la promesa. Concha López Narváez.

En 1492 los Reyes Católicos obligan a los judíos residentes en España a que abandonen el país si no se convierten al cristianismo. Juan, quien a los quince años descubre que vive en una familia de falsos cristianos y que por lo tanto, él también lo es (con la incertidumbre que le crea esta nueva situación con la que no está muy de acuerdo) tiene que dejar atrás su ciudad, Vitoria, y sus amigos, después de que en la ciudad una terrible enfermedad se llevara a su madre y a otros vecinos y que los médicos judíos alargasen hasta el último momento su estancia para tratar de salvar las vidas de sus convecinos. Una novela histórica que se desarrolla en la ciudad de Vitoria en el año 1492. Los judíos tienen que salir para siempre de las tierras de España; pero algo sucede para que la salida se retrase en Vitoria. Éste es un relato de odios y rencores, pero también lo es de comprensión y de tolerancia; sobre todo es una historia de amistades y fidelidad. Un pueblo hace a otro pueblo una promesa que jamás ha sido quebrada.

Bajo la fría luz de octubre. Eloy Cebrián.

Es el relato a través de los ojos de una niña de los hechos que desencadenaron la Guerra Civil española y sus consecuencias. La protagonista, Maruja, hija de un comerciante republicano, vive el miedo, el hambre y la miseria de una guerra y posguerra, además de ser estigmatizada por ser hija de un rojo en un país en el que los vencedores tienen deseos de venganza y de contar la historia como ellos creen que fue.

En primer lugar, es conveniente explicar el por qué de ese concepto de infancia perdida o qué es lo que entiendo por esta designación.

La infancia perdida hace referencia a los individuos cuya vida ha sido truncada por diferentes motivos no pudiendo disfrutar de una infancia o juventud “normal”, feliz o, simplemente, como la mayoría de los niños u adolescentes del llamado Primer Mundo.

Estas historias que se narran en los libros que a continuación citaré, son tratadas de diferente manera dependiendo de la época de la historia en la que hayan sido escritos, ya que, como veremos, es bastante reciente la Declaración de Derechos del Niño y, por tanto, el trasunto humano al respecto en algunos textos puede llegar a ser nulo.

Por un lado, hay que mencionar que desde la mitología griega y romana tenemos ejemplos de niños abandonados por sus padres haciendo que esta circunstancia marque sus vidas para siempre. Tal es el caso de Edipo (Edipo era el hijo del rey de Tebas y al nacer, el Oráculo de Delfos auguró a su padre, Layo, que el niño, una vez adulto, le daría muerte y desposaría a su mujer. Layo, queriendo evitar tal destino, ordenó a un súbdito que matara a Edipo al nacer. Apiadado de él, en vez de matarlo, el súbdito lo abandonó en el monte Citerón. Un pastor halló el bebé y lo entregó al rey Pólibo de Corinto. Peribea o Mérope, la esposa de Pólibo y reina de Corinto, se encargó de la crianza del bebé, llamándolo Edipo, que significa ‘de pies hinchados’ por haber estado colgado.
Al llegar a la adolescencia, Edipo, por habladurías de sus compañeros de juegos, sospechó que no era hijo de sus pretendidos padres. Para salir de dudas visitó el Oráculo de Delfos, que le auguró que mataría a su padre y luego desposaría a su madre. Edipo, creyendo que sus padres eran quienes lo habían criado, decidió no regresar nunca a Corinto para huir de su destino. El resto de la historia es conocida por todos y está recogida en “Edipo Rey“, de Sófocles).

También en la mitología griega está Ión. Según cuenta Eurípides, Apolo seduce y deja embarazada a Creusa, hija de Erecteo. Creusa expuso (abandonó) al hijo que engendró, Ion, en los pies de la Acrópolis, quejándose de la injuria del dios por dejarla preñada y abandonada.
Hermes trasladó el niño a Delfos, donde fue criado por la pitonisa, siendo sirviente del templo. Creusa se casó con Juto, como premio a éste por guerrear al lado de los atenienses, pero este matrimonio no tuvo hijos, por lo que acuden a Delfos a pedir consejo.
El oráculo asegura a Juto que Ion es su hijo. Posteriormente descubre que es hijo de Creusa y Atenea le revela que es hijo de Apolo.
Juto vivió pensando que era su hijo. Ion será rey de Atenas; Juto y Creusa tendrán dos hijos: Doro y Aqueo.

La mitología romana cuenta la historia de Rómulo y Remo. Numitor era el rey de una ciudad de Alba Longa. Fue destronado por su hermano Amulio, quien lo expulsó de la ciudad, y procedió a matar a todos sus sobrinos varones excepto a su única sobrina Rea Silvia. Como no quería que Rea Silvia tuviera hijos la obligó a dedicarse al culto de Vesta asegurándose de esta forma de que no los tuviera. Sigue narrando la leyenda, que Rea Silvia se encontraba durmiendo en la orilla de un río y el dios Marte se quedó prendado de ella, la poseyó y la dejó embarazada. Como consecuencia de esta unión, Silvia tuvo gemelos a los que posteriormente llamó Rómulo y Remo. Antes de que el rey Amulio se enterara del suceso, colocó a sus hijos en una cesta en el río Tíber para que no sufrieran el mismo camino que sus tíos. La cesta embarrancó. Los pequeños fueron amamantados por una loba, Luperca, y más tarde recogidos por el pastor Fáustulo y cuidados por su mujer, Aca Larentia. Se decía que habían sido educados en Gabio, centro cultural del Lacio; más tarde se dedicaron al bandolerismo.

Cuando crecieron descubrieron su origen, por lo que regresaron a Alba Longa, mataron a Amulio y repusieron a su abuelo Numitor en el trono. Éste les entregó territorios al noroeste del Lacio. En el 753 a. C. los dos hermanos decidieron fundar una ciudad, según el rito etrusco, en ese territorio, en una llanura del río Tíber en el preciso lugar en donde embarrancó la cesta.

También en la Biblia aparece la historia de Moisés, abandonado en el río y recogido por los faraones egipcios, dando un giro completamente a su vida.

En este apartado también podríamos incluir “El libro de la selva” de Kipling, cuyo personaje también es abandonado y, como en el caso de Rómulo y Remo, criados por animales en un entorno diferente al habitual.

También tenemos casos de niños abandonados, que han tenido que salir adelante solos o con algún adulto que se ha aprovechado de ellos, en los cuentos populares. El ejemplo más claro es el de “Hansel y Gretel” de los Hermanos Grimm.

Otros ejemplos son “Lazarillo de Tormes“, “Oliver Twist“ de Charles Dickens, “Rinconete y Cortadillo“ de Miguel de Cervantes, el tradicional cuento de “Pulgarcito“, “Momo“ de Michael Ende, etc.

Pero podemos encontrar muchos más ejemplos en la literatura ya que ésta era el reflejo de lo que sucedía en la vida real, donde el infanticidio o el abandono de niños eran prácticas muy habituales, desgraciadamente.

La temática en estos mitos o cuentos se trataban desde un punto de vista diferente a cómo se haría ahora. Eran realidades sociales que, ni mucho menos estaban aceptadas, pero que se asumían y admitían sin más.

Otro bloque estaría formado por niños que han vivido una guerra o sus consecuencias. Dos libros de las lecturas principales tratan este tema en ambientes diferentes pero mostrando cómo la guerra puede acabar con la bonita etapa infantil para siempre. En un caso es algo irrevocable y en el otro tiene la consecuencia de la madurez forzada de la protagonista (entre otros muchos más pesares):

“El niño del pijama de rayas” de John Boyle y “Bajo la fría luz de octubre” de Eloy Cebrián.

Dentro de este grupo, hay que hacer una mención a diarios escritos por niños o jóvenes que han vivido una guerra y que no son ficción, sino sus propias experiencias contadas. “El Diario de Ana Frank” o “El Diario de Zlata” (guerra de Yugoslavia 1991). Este último y su gran éxito provocó la publicación de “Voces robadas”; libro que reúne los testimonios contados en primera persona por jóvenes protagonistas que han vivido una guerra, desde la Primera Guerra Mundial hasta Irak.

“La ladrona de libros” de Markus Zusak narra la historia de una niña alemana de nueve años que es dada en adopción por su madre.

Otro ejemplo sería “Casa sin techo” de la autora holandesa Els de Groen. Cuenta como la adolescente Aída, de 15 años huye de la Guerra en Bosnia después de que su madre ha sido apresada.

En estos libros, el tema es tratado con mucha más delicadeza y con más sentido crítico que algunos de los libros del bloque anterior.
La infancia y sus derechos cobran mayor importancia y los autores pretenden sensibilizar al lector mostrándoles las injusticias que padecen los niños.

El último de los grupos sería el de los niños excluidos o marginados por su condición social, religiosa o física. Es el caso de “El tiempo y la promesa”, cuyos protagonistas judíos viven la expulsión de su país y el rechazo de sus gentes.

Con una temática más actual y diferente al libro de Concha López Narváez tenemos el libro titulado
“Chocolate amargo” de Mirjam Pressler, que nos cuenta la historia de una adolescente que tiene que sufrir humillaciones en el instituto a causa de su físico y donde se ponen de manifiesto los problemas alimentarios que sufren los jóvenes de hoy en día.

“¡No es tan fácil ser niño!” de Pilar Lozano Carbayo trata el tema del acoso escolar en las aulas, otro tema tan triste como actual.

Con estos libros, los autores tratan de acercar los problemas de los adolescentes actuales a la literatura para denunciarlos y poder acabar con ellos.


A partir de este itinerario pueden rastrearse infinidad de libros aptos para ser leídos por alumnos de secundaria, y debido a la gran variedad de títulos en los que este tema es tratado de una forma directa o indirecta, podemos acercarnos a todas las épocas literarias, consiguiendo por un lado cumplir con unos criterios académicos y por otro, concienciando al alumnado con problemáticas reales y actuales, con el fin de poder educar en valores y consiguiendo que estos alumnos lleguen a formarse como mejores personas, que al fin y al cabo, a mi juicio, es lo que hay que pretender con la Educación.