Enfrentarse a leer poesía no es tarea fácil, por lo menos para mí. Aún menos si posteriormente tienes que tratar de escribir un comentario a lo que has leído, o mejor dicho, a lo que has comprendido del texto que tienes en tus manos; de un cúmulo de poemas que no siguen la estructura lógica de planteamiento, nudo y desenlace derivada de la estructura clásica presentada por Aristóteles como Prólogo, Episodio y Éxodo, tan estereotipadas en la novela.
Por otro lado, me parece cruel tener que sonsacar de lo escrito por un poeta reconocido (o no, si no fuera el caso), y escudriñar en sus más profundos sentimientos para analizar y materializar aquello que dice estrofa a estrofa, verso a verso y ni tan siquiera, en el mejor de los casos, acercarte un ápice a lo que en realidad quería plasmar desde sus más íntimos pensamientos.
Por supuesto, que cuando sentencio aquí de esta manera, me estoy refiriendo a mí misma y no a todos los críticos, estudiosos de la materia y literatos que no se enfrentan con miedo a la poesía, que la comprenden, la aman y la interpretan para que personas como yo, podamos estudiarla de una forma más cómoda, sin tanta implicación, para entenderla un poquito o por lo menos para disfrutarla en su lectura.
Dicho esto, voy a comenzar a hablar del libro de Nizar Kabbani y sus Poemas Amorosos Árabes en un intento de acercarme al místico y filosófico mundo de la poesía, intentando que las obviedades en que pueda caer no sean reiterantes y que lo que pueda interpretar o lo que los poemas me hayan podido sugerir, no roce demasiado lo necio o lo vulgar.
Tengo que empezar con la primera obviedad de la que prometía alejarme en el párrafo anterior y es en lo que respecta al tema central de este libro de poemas, ya que no se puede decir otra cosa que no sea que Nizar Kabbani habla del amor por encima de cualquier otra cosa.
Habla de un amor en estado puro, del amor que se siente en ese preciso instante y no de un amor que pasó y aún queda en el corazón, doliendo. Kabbani nos habla de un amor que siente en ese preciso momento y no es un amor perecedero, porque es palpable (o por lo menos esa es la impresión que me da) y se siente, aún cuando se lee algunas décadas después. Está presente, y esto sucede aunque la amada no lo esté, como en los poemas de Canción para una viajera, Teléfono o Nochevieja en Madrid…
Utilizando los colores en sus versos, “ropas amarillas […], rojos vestidos” (Más grande que todas las palabras), produce que la sensación al leerlos, sea una sensación de alegría, de bienestar y, en definitiva, un estado de ánimo estable, que nada tiene que ver con el desasosiego que en otras ocasiones nos provoca el amor, o la sensación de enajenación que podemos percibir en otros poetas “enamorados”.
La amada es engalanada en sus versos con palabras que la cubren de honra, a ella se refiere como amada, princesa, señora, gatita, pequeña, amiga… todos estos adjetivos o sustantivos la confieren un aire de supremacía frente al poeta, pero a la vez de una complicidad entre ambos que conduce a la reciprocidad de las palabras y de las acciones, quedando patente que el amor que se profesan es mutuo, es un canto al amor, a la felicidad que provoca el estar enamorado y lo que es aún más importante, al ser correspondido.
No por ello dejan de acompañar al poeta esos sentimientos tan adheridos al amor como son la nostalgia, la melancolía o la tristeza, intrínsecos en el propio amor y sin los cuales el amor no sería precisamente lo que es: una dualidad constante entre el sí y el no, entre el tener y el no tener.
Podemos decir que los protagonistas de los Poemas Amorosos Árabes son el mismo poeta y su amada, si es que no hubiera más de una, como ya apunta el traductor y prologuista de la edición, Pedro Martínez Montávez.
Se trata de una amada de hoy en día, una amada afrancesada (como pueda ser la Janine de Existencialista), una amiga que fuma, toma un café, comparte lecturas, una mujer caprichosa (A una vendida) o una Sherezada vanidosa (Como todas las mujeres).
Incluso en estos dos últimos poemas citados, en los que no alaba las características más “virtuosas” de la mujer, sino por el contrario, ataca el lado más sibilino, perspicaz y orgulloso de sus amantes, el poeta se inclina ante el amor, no renuncia a él e incluso lo denomina “la octava maravilla”.
Refleja una personalidad fuerte, abrumadora, inquebrantable pero a veces, se escuchan también sus lamentos. Y entonces, evoca a los ojos, a las manos y a las palabras de su señora.
Merece ser destacado, sobre todo por el desconcierto que produce al leerlo, el cambio de rol que experimenta el poeta en Cosas pequeñas, en el que en lugar de hablar por sí mismo toma la voz de la amada y el poema es escrito en femenino, lo cual hace (por lo menos en mi caso) llegar a pensar en posibles errores en la traducción que pronto se desechan al encontrar otro poema escrito de igual manera, Palabras.
La interpretación que le puedo dar al respecto tiene que ver con la reciprocidad de la que antes hablaba. El poeta está tan seguro del amor que profesa que se le da la vuelta, y tiene el valor de decir lo que la amada también siente por él. Es la valentía del enamorado, el mayor acto de valentía que provoca esa plenitud emocional. Kabbani no necesita que se lo digan porque está enamorado y sabe lo que experimenta él y lo también experimenta la persona amada. Se siente reflejado en sí mismo y de esa manera es capaz de expresarlo.
Pero en el amor la duda siempre sobrevuela nuestras cabezas y quizás sea eso lo que el poeta trata de transmitir. No es la seguridad antes mencionada, sino puede que sea precisamente su contrario, y de miedo que siente, lo plasma para insuflarse el valor que ha perdido, para auto convencerse de que sí, de que es amado aunque esté débil y sin fuerzas o incluso haya caído en la más profunda desesperación. Esta segunda interpretación podría encajar más con el poema Cosas pequeñas, así como la primera para Palabras, por su tono quizás, o por su evocación a las alturas; a las nubes, a los cielos y a las plumas que sitúan al poeta como si tuviera la perspectiva de ver desde otro punto de vista, más objetivo, más racional.
Si hablamos del lenguaje poético podríamos decir que no se trata de una poesía con mensajes encriptados y metáforas abruptas, sino una poesía llana, que apela a los sentidos, que distrae al corazón y que le alienta.
Las palabras con las que juega son cotidianas, amables, cercanas… y confieren al poemario una sensación de armonía que se conjuga con el colorido de las piedras preciosas, de las telas, del mar, de los ojos y del cabello de la mujer, de las estrellas y de las flores de los jardines que tan presente están en esta obra.
Percibiendo también cierta sofisticación, exotismo y un aire cosmopolita en algunos de sus pasajes, donde mezcla palacios de oriente con elementos castizos madrileños, el París más hippie con la noche en Hong Kong o lugares fantásticos (Simbad el marino, la lámpara de Aladino) con la España andalusí.
Para terminar, me gustaría hacerlo reescribiendo el poema que más me ha llegado de todos ellos y que resume lo que para mí es la esencia de los Poemas Amorosos Árabes de Nizar Kabbani. Se trata de Poema marítimo.
Poema marítimo.
En el puerto azul de tus ojos
se oyen las palabras de la luz
y el gotear de la lluvia,
y las velas se pierden en la nada
bajo soles borrachos.
En el puerto azul de tus ojos
se abre una ventana hacia los mares,
y cruzan gaviotas que persiguen
islas inexistentes.
En el puerto azul de tus ojos
cae la nieve en estío,
y mil barcos repletos de esmeraldas
han hundido los mares,
sin hundirse.
En el puerto azul de tus ojos
salto, igual que un niño, por las rocas,
me lleno de salitre los pulmones,
y regreso cansado,
como un pájaro.
En el puerto azul de tus ojos
sueño en ser marinero de los mares,
y pescador de las lunas,
de nardos y perlas.
En el puerto azul de tus ojos,
de noche, hablan las rocas.
En el libro cerrado de tus ojos,
¿quién escribió tantísimos poemas?
Si fuera,
si yo fuera marinero,
anclaría cada noche con mi barco
en el puerto azul de tus ojos.
Por otro lado, me parece cruel tener que sonsacar de lo escrito por un poeta reconocido (o no, si no fuera el caso), y escudriñar en sus más profundos sentimientos para analizar y materializar aquello que dice estrofa a estrofa, verso a verso y ni tan siquiera, en el mejor de los casos, acercarte un ápice a lo que en realidad quería plasmar desde sus más íntimos pensamientos.
Por supuesto, que cuando sentencio aquí de esta manera, me estoy refiriendo a mí misma y no a todos los críticos, estudiosos de la materia y literatos que no se enfrentan con miedo a la poesía, que la comprenden, la aman y la interpretan para que personas como yo, podamos estudiarla de una forma más cómoda, sin tanta implicación, para entenderla un poquito o por lo menos para disfrutarla en su lectura.
Dicho esto, voy a comenzar a hablar del libro de Nizar Kabbani y sus Poemas Amorosos Árabes en un intento de acercarme al místico y filosófico mundo de la poesía, intentando que las obviedades en que pueda caer no sean reiterantes y que lo que pueda interpretar o lo que los poemas me hayan podido sugerir, no roce demasiado lo necio o lo vulgar.
Tengo que empezar con la primera obviedad de la que prometía alejarme en el párrafo anterior y es en lo que respecta al tema central de este libro de poemas, ya que no se puede decir otra cosa que no sea que Nizar Kabbani habla del amor por encima de cualquier otra cosa.
Habla de un amor en estado puro, del amor que se siente en ese preciso instante y no de un amor que pasó y aún queda en el corazón, doliendo. Kabbani nos habla de un amor que siente en ese preciso momento y no es un amor perecedero, porque es palpable (o por lo menos esa es la impresión que me da) y se siente, aún cuando se lee algunas décadas después. Está presente, y esto sucede aunque la amada no lo esté, como en los poemas de Canción para una viajera, Teléfono o Nochevieja en Madrid…
Utilizando los colores en sus versos, “ropas amarillas […], rojos vestidos” (Más grande que todas las palabras), produce que la sensación al leerlos, sea una sensación de alegría, de bienestar y, en definitiva, un estado de ánimo estable, que nada tiene que ver con el desasosiego que en otras ocasiones nos provoca el amor, o la sensación de enajenación que podemos percibir en otros poetas “enamorados”.
La amada es engalanada en sus versos con palabras que la cubren de honra, a ella se refiere como amada, princesa, señora, gatita, pequeña, amiga… todos estos adjetivos o sustantivos la confieren un aire de supremacía frente al poeta, pero a la vez de una complicidad entre ambos que conduce a la reciprocidad de las palabras y de las acciones, quedando patente que el amor que se profesan es mutuo, es un canto al amor, a la felicidad que provoca el estar enamorado y lo que es aún más importante, al ser correspondido.
No por ello dejan de acompañar al poeta esos sentimientos tan adheridos al amor como son la nostalgia, la melancolía o la tristeza, intrínsecos en el propio amor y sin los cuales el amor no sería precisamente lo que es: una dualidad constante entre el sí y el no, entre el tener y el no tener.
Podemos decir que los protagonistas de los Poemas Amorosos Árabes son el mismo poeta y su amada, si es que no hubiera más de una, como ya apunta el traductor y prologuista de la edición, Pedro Martínez Montávez.
Se trata de una amada de hoy en día, una amada afrancesada (como pueda ser la Janine de Existencialista), una amiga que fuma, toma un café, comparte lecturas, una mujer caprichosa (A una vendida) o una Sherezada vanidosa (Como todas las mujeres).
Incluso en estos dos últimos poemas citados, en los que no alaba las características más “virtuosas” de la mujer, sino por el contrario, ataca el lado más sibilino, perspicaz y orgulloso de sus amantes, el poeta se inclina ante el amor, no renuncia a él e incluso lo denomina “la octava maravilla”.
Refleja una personalidad fuerte, abrumadora, inquebrantable pero a veces, se escuchan también sus lamentos. Y entonces, evoca a los ojos, a las manos y a las palabras de su señora.
Merece ser destacado, sobre todo por el desconcierto que produce al leerlo, el cambio de rol que experimenta el poeta en Cosas pequeñas, en el que en lugar de hablar por sí mismo toma la voz de la amada y el poema es escrito en femenino, lo cual hace (por lo menos en mi caso) llegar a pensar en posibles errores en la traducción que pronto se desechan al encontrar otro poema escrito de igual manera, Palabras.
La interpretación que le puedo dar al respecto tiene que ver con la reciprocidad de la que antes hablaba. El poeta está tan seguro del amor que profesa que se le da la vuelta, y tiene el valor de decir lo que la amada también siente por él. Es la valentía del enamorado, el mayor acto de valentía que provoca esa plenitud emocional. Kabbani no necesita que se lo digan porque está enamorado y sabe lo que experimenta él y lo también experimenta la persona amada. Se siente reflejado en sí mismo y de esa manera es capaz de expresarlo.
Pero en el amor la duda siempre sobrevuela nuestras cabezas y quizás sea eso lo que el poeta trata de transmitir. No es la seguridad antes mencionada, sino puede que sea precisamente su contrario, y de miedo que siente, lo plasma para insuflarse el valor que ha perdido, para auto convencerse de que sí, de que es amado aunque esté débil y sin fuerzas o incluso haya caído en la más profunda desesperación. Esta segunda interpretación podría encajar más con el poema Cosas pequeñas, así como la primera para Palabras, por su tono quizás, o por su evocación a las alturas; a las nubes, a los cielos y a las plumas que sitúan al poeta como si tuviera la perspectiva de ver desde otro punto de vista, más objetivo, más racional.
Si hablamos del lenguaje poético podríamos decir que no se trata de una poesía con mensajes encriptados y metáforas abruptas, sino una poesía llana, que apela a los sentidos, que distrae al corazón y que le alienta.
Las palabras con las que juega son cotidianas, amables, cercanas… y confieren al poemario una sensación de armonía que se conjuga con el colorido de las piedras preciosas, de las telas, del mar, de los ojos y del cabello de la mujer, de las estrellas y de las flores de los jardines que tan presente están en esta obra.
Percibiendo también cierta sofisticación, exotismo y un aire cosmopolita en algunos de sus pasajes, donde mezcla palacios de oriente con elementos castizos madrileños, el París más hippie con la noche en Hong Kong o lugares fantásticos (Simbad el marino, la lámpara de Aladino) con la España andalusí.
Para terminar, me gustaría hacerlo reescribiendo el poema que más me ha llegado de todos ellos y que resume lo que para mí es la esencia de los Poemas Amorosos Árabes de Nizar Kabbani. Se trata de Poema marítimo.
Poema marítimo.
En el puerto azul de tus ojos
se oyen las palabras de la luz
y el gotear de la lluvia,
y las velas se pierden en la nada
bajo soles borrachos.
En el puerto azul de tus ojos
se abre una ventana hacia los mares,
y cruzan gaviotas que persiguen
islas inexistentes.
En el puerto azul de tus ojos
cae la nieve en estío,
y mil barcos repletos de esmeraldas
han hundido los mares,
sin hundirse.
En el puerto azul de tus ojos
salto, igual que un niño, por las rocas,
me lleno de salitre los pulmones,
y regreso cansado,
como un pájaro.
En el puerto azul de tus ojos
sueño en ser marinero de los mares,
y pescador de las lunas,
de nardos y perlas.
En el puerto azul de tus ojos,
de noche, hablan las rocas.
En el libro cerrado de tus ojos,
¿quién escribió tantísimos poemas?
Si fuera,
si yo fuera marinero,
anclaría cada noche con mi barco
en el puerto azul de tus ojos.
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